Aprendizaje: Un pensamiento situado

Con un poco más de perspectiva (y tiempo), es posible pensar algunas cuestiones relativas al formato del que ha sido nuestro proyecto insignia de capacitación durante el año 2008: De campamento hacia la Web 2.0.

La hipótesis (no declarada) del programa fue que el activo (¿la herramienta?) más importante que dispone una persona para internarse en el mundo de la Web 2.0 es un pensamiento situado.

Para desplegar este supuesto apelamos a romper algunos modelos de abordaje al conocimiento, buscando accesos más sesgados, que nos dieran la posibilidad de ocultar el ofrecimiento de contenidos como hecho dramático, como puesta en escena (tratando de eludir aquello de: en este tramo nos proponemos responder a…).

En lugar de eso, nos propusimos construir un espacio atravesado por diversas líneas argumentales:

Lo Escenográfico

La organización visual fue configurada a partir de la metáfora de un campamento, aprovechando la cantidad de significantes que convergen entre una puesta en marcha para un campamento y el inicio de una capacitación acerca de algún campo de conocimiento.

La manera de ocupar el espacio de reunión y presentación de contenidos y propuestas de actividades, estaba remitida permanentemente a la metáfora: todo hablaba de la actividad, todo aludía al hacer con las cosas.

Entendemos el aprendizaje como un proceso relacionado con la incorporación de saberes que ayuden y promuevan la acción, y no solamente razones o explicaciones.

Desde esa perspectiva sostenemos que la tecnologí­a debe servir al hombre para mejorar su relación con el entorno y no convertirlo en un súbdito de ella.

El trayecto inicial, al que llamamos: De campamento en el Valle de la Web 2.0 tuvo el claro objetivo de preparar a los participantes para iniciar un recorrido de capacitación por el mundo de las TICs aplicadas (en este caso con foco en el campo de las Ciencias Sociales), permitiendo nivelar sus conocimientos y abrir una instancia de aproximación al uso de herramientas colaborativas 2.0.

La metáfora empezó a actuarse ya en el punto de encuentro (el acceso al Campus Virtual). Esto nos dio una ubicación temporal para repasar (ellos) y conocer (nosotros) lo que traí­a cada uno como conocimiento previo y hacer las primeras aproximaciones al grupo, tal como sucede cuando el punto de encuentro es el inicio del viaje hacia un campamento real.

En determinado momento de su desarrollo la actividad fue puesta a prueba por un incidente inesperado: el proveedor de hosting hizo un cambio que desconfiguró todo el campus, lo cual significó que durante tres dí­as el espacio de encuentro no estuviera accesible.

Los propios participantes enriquecieron la metáfora resignificando el incidente como una tormenta que inundó las carpas. Inmediatamente generaron una cadena de mails externa, que permitió la continuidad del contacto.

Lo lúdico

Permanentemente promovimos el juego. Sobre todo en los primeros tramos, una parte del entrenamiento estuvo apuntada a mejorar las habilidades psicomotrices: juegos (que habitualmente menospreciamos) donde más importante que la astucia es poner a tono los reflejos y la capacidad de sincronizar lo que se ve en la pantalla con los movimientos mecánicos. Esta parte del entrenamiento ocupa, habitualmente un espacio de poca jerarquí­a en los menúes de aprendizaje. Su equivalente analógico serí­a aprender a manejar el lápiz para obtener una destreza tal que nos permita expresar diferencias entre el trazo de una letra y el de una línea auxiliar, o aprender a cortar derecho con una tijera.
Se trata de un saber hacer, que no solamente nos permite mejorar la eficiencia de lo que hacemos, sino (y sobre todo) ayuda a eliminar mucho del ruido que produce la asincroní­a entre la comprensión intelectual de una tarea y la baja destreza en el manejo de las herramientas necesarias. Esta problemática está incentivada en la cultura contemporánea, por la diferencia, cada vez más pronunciada, entre la cantidad de aparatos y soluciones tecnológicas que se vuelcan al mercado y nuestra (poco incentivada) capacidad de metabolización y desarrollo de habilidades instrumentales.

Certezas flotantes

La otra particularidad significativa fue la ausencia (omnipresente) de las certezas. Lugar paradigmático, si se quiere, en el esquema tradicional de la enseñanza. El que enseña, sabe. Esa es la primera certeza que se construye por vií­a de la identificación.
Este postulado casi cartesiano, fue reemplazado por otro más diagonalizado que podrí­a explicitarse así­: el que enseña, diseña un espacio de aprendizaje.

También esta situación fue expresada en un plano lúdico: los participantes fueron acompañados en todo el trayecto por una serie de personajes de quienes nunca se terminaba de saber si tenían o no una existencia tangible más allá de lo que encarnaban dentro del programa.

Lo virtual estuvo siempre presentado como un aspecto de lo real aunque en ningún momento se abrió esta certeza al debate o la consideración. Simplemente se la presentó como parte del paisaje que debía ser habitado.

Desde nuestra perspectiva docente, sobre todo en la gestión concreta de la relación con los alumnos, esas presencias sólo-virtuales nos permitieron decir algunas cosas desde lugares diferentes al del docente tradicional.

Conocimiento situado

Como dice Claudia Perlo, se aprende todo el tiempo y —la mayorí­a de las veces— sin darse cuenta. Cuidamos que esta premisa se mantuviera presente a lo largo del programa, pero nunca en forma explí­cita. Todas las actividades estuvieron enlazadas entre si­. Los resultados de unas nos serví­an como inputs para trabajar la siguiente. Nunca quedaron aprendizajes que no concurrieran al tronco central de la propuesta. Con esto reforzábamos la construcción de sentido acerca de la aplicabilidad de lo aprendido: Aquello que no terminara de comprenderse en el momento del lanzamiento de la actividad, se aclararí­a durante el desarrollo de la misma o cuando debiera ser apelado desde la siguiente propuesta.

Formato

La propuesta organizativa fue de inmersión. Esto significa que las actividades tení­an fecha de lanzamiento precisa pero de finalización difusa. Quedaban allí­ velando el tiempo de cada uno. Nuestra tarea se limitaba a anunciar en el foro de novedades, la apertura de un nuevo tramo. Fueron unas ocho semanas de trabajo intenso y divertido.

Al finalizar la primera etapa del programa realizamos una encuesta anónima entre los participantes. Les dejamos 9 preguntas, algunas de ellas abiertas y otras del tipo múltiple choice.
El desarrollo de la misma puede leerse en el blog de nuestra consultora.

Fuente de la imagen: FlickrCC