En el Web-Think-Tank, encontrar sapos del mismo pozo
¿Cómo la nombraremos? El calificativo Sociedad de la Información grita su incompletud. El apelativo pregunta con insistencia ¿qué información y para quién? Los que tenemos como cuarenta o más, aprendimos alguna vez que estas cuestiones son imprescindibles cuando se menta la palabra sociedad. Hay algo de agua y aceite, de mezcla antinatural en esta conjunción de términos. Parecida a la que existe entre libertad de prensa y libertad de empresa.
Hay siempre un delicado movimiento pendular entre el derecho y la libertad, nos enseñó una vez, hace muchos años y por televisión, el Licenciado ex intendente de Buenos Aires Carlos Grosso, poco antes de renunciar arrastrado por uno de los escándalos inaugurales de la corrupción gubernamental en la ahora Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Algunos años antes, a comienzos de la década de los 80, Mario Eduardo Firmenich, ex jefe guerrillero y uno de los vergonzosos responsables de haber arrastrado a la muerte a miles de jóvenes estudiantes, se probaba el traje de la democracia explicando en una solicitada, que su pasaje a la lucha armada se ajustaba estrictamente a la Constitución Nacional, cuyo preámbulo comprometía a todo argentino que se preciase de tal, a armarse en defensa de la Patria.
En aquel proceso, se discutían modelos de sociedades. La feroz dictadura militar que asaltó el gobierno, repitiendo sin cesar que los argentinos somos derechos y humanos, destruyó sistemáticamente una generación completa de hombres y mujeres que tenían proyectos. Asesinó e hizo desaparecer a miles de personas; robó bebés y torturó a militantes políticos y sindicales, simpatizantes o simplemente sospechosos; imponiendo un modelo económico que no hubiera funcionado sin la libertad de empresa vestida elegantemente para la ocasión con el atuendo de libertad de prensa. Han pasado 25 años y hemos sido informados convenientemente de esta cuestión del delicado equilibrio pendular entre el derecho y la libertad. Pero las ausencias siguen preguntando: ¿El derecho de quién?, ¿la libertad de quién?
Imposible referirse a estos temas sin bocetar siquiera un escenario de poder. ¿Por qué si no, el gobierno de los EUA inhibe la venta de supercomputadoras a países que no hayan firmado el tratado de no proliferación nuclear? Y cuando lo han firmado, entonces los obliga a comprometerse a no usarlas para desarrollos criptográficos (una forma de proteger la información digital). ¿Por qué otra razón que no sea el puro poder, a los estudiantes extranjeros no les está permitido, sin atentar contra una ley de seguridad nacional, aprender criptografía en los EUA?
Manzanito, el rayo del mundo onírico del Gato Félix, tiene hambre de poder y se come todos los electrodomésticos que encuentra. Una buena metáfora para explicar el rol de la tecnología en la sociedad de hoy: allí también hay hambre de poder. Es que todo desarrollo tecnológico es intrínsecamente totalitario como explica Francisco Milano en La Bomba de la Información.
Esta sociedad mediatizada, atravesada por la más brutal tormenta informática que pueda imaginar toda mente humana, no está, en mi modesto criterio, bien nombrada de este modo. O, en todo caso, La Sociedad de la Información no expresa la verdadera escencia del horizonte que se abre.
Mientras el mundo se parte cada vez más profundamente entre los que tienen y los que no tienen posesión de riqueza material (la cumbre mundial de ministros de desarrollo y calidad de vida realizada durante el mes junio de 2000 en Ginebra, declaró que el 60% de la población mundial vive por debajo de la línea de pobreza: 3000 millones de personas sobreviven con menos de dos dólares por día y 800 millones pasan hambre), el Orden que plantea la Web —acaso el más provocativo de los subproductos de la sociedad científico-tecnológica comienza a desplazar el valor de la propiedad desde lo material hacia lo intangible.
La profundización de este proceso no sucederá sin aumento del costo social. O para decirlo con las palabras del filólogo Sebastián Serrano: El crecimiento de la información está íntimamente relacionado con el crecimiento inmediato de la entropía, que es el peaje que se debe pagar por este crecimiento. Esto significa un crecimiento de los peligros, del ruido, del desorden y por lo tanto significa la aparición de la confusión y la incerteza.
Pero la metáfora del caos explica que no necesariamente los procesos sociales se despliegan con un desarrollo lineal y mucho menos segmentado previsiblemente o por etapas.
Internet es el depósito de inteligencia más grande que uno pueda imaginar. Me gusta llamar a esto el web-think-tank. Aun con toda la basura que circula mezclada entre contenidos de buena o mediana calidad, ninguna estructura ajena a ella puede compararse con este formidable abrevadero. Oficialmente, a mediados del 2000, existían algo más de 2.100 millones de páginas publicadas en el ciberespacio, creciendo de forma imparable a un ritmo que haría que esta cifra se duplique en menos de un año. Analizada como estructura económica ya era la potencia Nº 18 del mundo, por debajo de Suiza y por encima de la Argentina.
Aun cuando esta manera de establecer el perfil del suceso corresponde más a la mirada off-line, que es la que conocemos por tradición y proximidad, lo nuevo en el horizonte on-line es la posibilidad de un cambio fenomenal en las reglas de juego. Otras alianzas. Otras relaciones de fuerza. Y sobre todo, la imposibilidad de ponerle bozales a las ideas.
Aun cuando en nombre de la libertad de empresa se monopolice el ciberespacio; con una pequeña terminal, muy pronto a través del televisor o —como lo muestran algunas interesantes experiencias en países como Perú— a través de las cabinas de los telecentros, la gente —nosotros— podrá establecer contactos entre si, y encontrarse para pensar en las cosas que de verdad le interesen.
Gente en muchos lugares del mundo descubriendo que tienen problemas parecidos y casualmente debido a factores parecidos. Aprendiendo acerca de las mismas cosas. Derribando mitos y barreras. Redescubriendo su capacidad de gestión, que ha sido prolijamente anestesiada en las últimas décadas por la información unilateral de la libertad de empresa. Sapos del mismo pozo, encontrándose, como decimos en el campo, al sur del sur. Otra sociedad y otra información. Otra vuelta de tuerca para reinventar la esperanza.
© Daniel I. Krichman / Olivos / Agosto de 2000.- N del E: Los enlaces que documentaban originalmente las afirmaciones que aquí se hacen, han sido eliminados ya que se encontraban desactivados en el momento de transcribir esta entrada.