Frontalidad en el modelo de aprendizaje
El martes 27, a la noche, en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia de Rosario, me tocó cerrar el mes de conferencias dedicadas a pensar la educación, dentro del ciclo Del derecho y Del revés que organiza y coordina Laura Capella.
Desde hace algunos años vengo pensando la cuestión del involucramiento como parte del proceso de aprendizaje. En esta dirección conté hace algún tiempo, una experiencia crítica en una escuela con pibes difíciles (como si hubiera pibes fáciles!) y cómo el modelo de abordaje de la actividad me ayudó a salir adelante con el objetivo curricular; o cómo se podía esbozar una experiencia 2.0 sin mediación de TICs cambiando la manera de transmitir los contenidos, logrando que en lugar de escaparse cuando sonaba el timbre, los pibes se pelearan por quedarse para ayudar después de hora.
Por otra parte, hay una característica digna de observarse en estas conferencias —y por extensión en el modelo de transmisión basado en la frontalidad: el que sabe (se) expone frente a los que no saben. Pero eso no significa que lo estén atendiendo, y lo que es peor, tampoco significa que lo estén entendiendo. Sin embargo, el protocolo indica que si muestran eso, quedan en evidencia y entonces en lugar de expresarlo, aplauden cuando termina, lo cual vacía la experiencia de aprendizaje reduciéndola sólo a su aspecto protocolar.
Este ritual aparece muchas veces exacerbado en las prácticas académicas. Contaba Avelino Porto, hace muchos años, que cuando Einstein visitó la Argentina, dio una conferencia en la UBA. Allí se propuso demostrar frente a todas las autoridades académicas argentinas, cómo llegaba a las formulaciones que venía haciendo. Para ello, y con ayuda de un traductor, comenzó a escribir fórmulas en un pizarrón, explicitando sus puntos de partida. Para asegurarse de que iba siendo comprendido, cada vez que estaba por sacar alguna conclusión, se daba vuelta y buscaba el asentimiento de su audiencia, cosa que obtenía casi con formato de ritual. Así avanzó hasta llenar prácticamente dos pizarrones, siempre repitiendo la ceremonia de requerir la aprobación de quienes lo escuchaban. Ya sobre el final, advirtió que no llegaría adonde se había propuesto y se detuvo. Comenzó a revisar el desarrollo hacia a atrás y descubrió que se había equivocado al principio. Entonces lo dijo: me equivoqué, borró todo y comenzó nuevamente. Papelón inconmensurable. No solamente para Einstein, también para los asentidores que guardaron académico silencio.
Claro que de eso no se habla, o se habla muy poco. Sin embargo sucede mucho, ya que forma parte del hacer del modelo.
El martes toqué tangencialmente el tema, hablando del ruido interno que generan en el proceso de aprendizaje, los protocolos equívocos.
Cuando Laura me invitó a participar de su ciclo, empecé pensando en cómo atar cabos de todas estas situaciones y se me ocurrió que en lugar de hacer una presentación, debería hacer una experiencia de transmisión. La diferencia había que ubicarla en los niveles del relato: No se trataba de pasar contenidos y nada más, sino hacerlo desde una configuración narrativa que obligara al expectador a estar pendiente de lo que iba a pasar. Data, pero también metadata. Para eso, debo subrayarlo, conté con el aval de Laura, que me dejó absoluta libertad para trabajar, cosa que quiero agradecer públicamente.
Mientras preparo un post que pueda dar cuenta de la experiencia en forma un poco más integral (actualización 04/08: se llama Experiencia de transmisión), quiero dejar aquí un tramo de la charla en formato texto y en el de audio, que es como que fue presentada.
Se refiere a pensar la Web 2.0 como un
Modelo de aprendizaje
Hace apenas un momento nos aproximábamos a la idea de la Web 2.0. Hay un consultor que dice que éste es el primer término tecnológico que no describe nada sobre tecnología. Interesante, ¿no?
Se trata más bien de un núcleo significativo fuerte. Es posible pensarla como un grupo de principios y prácticas que conforman un verdadero sistema solar de espacios virtuales.
No soy muy amigo de arrancar con definiciones, aunque es cierto que nuestro sistema de pensamiento, para comprender algo que no conoce, necesita primero reducirlo, simplificarlo, para contrastarlo contra algo conocido. Gastón Bachelard decía: siempre se aprende contra algo, una idea anterior, un prejuicio, un saber diferente. De alguna manera esto sugiere, que el pensamiento tiene un comportamiento líquido. Que no hay espacios no ocupados.
No aparece una idea y se ubica en un box como si se tratara de un estacionamiento con lugares predeterminados. En todo caso, aparece una idea y tiene que hacerse un lugar entre otras.
En este proceso juegan un papel muy importante los paradigmas. Podemos pensar —como dije al principio— que un paradigma es un filtro, podemos decir de él que es un modelo de interpretación, y también podemos pensarlo como un dispositivo que pone información allí donde no tenemos conocimiento para completar una idea.
Bien. Hablamos de paradigmas y también hablamos de la Web 2.0.
Los amantes de la tecnología ven a la Web 2.0 como un conjunto de herramientas autogestivas con las que es posible hacer cosas que antes no se podía. Desde esta perspectiva, el rasgo a destacar es la horizontalidad y la transparencia, la relativa sencillez con que se operan.
Los amantes del sentido, ven en la 2.0 un concepto, un paradigma, un modelo de abordaje que, aunque esto puede llegar a escandalizar a algunos, hasta podría prescindir de la tecnología. Es que redes sociales y 2.0 son ideas cada vez más convergentes.
Desde esta mirada lo más importante es la capacidad de darle la palabra a todo aquel que quiera tomarla y ayudarlo a potenciar su expresividad. Esto es: reconocerlo, reivindicarlo como sujeto cultural. Singularizarlo. Hacerlo individuo.
Cualquiera sea el rasgo distintivo que ustedes le encuentren, me gustaría dejar planteado aquí otro aspecto de este dispositivo paradigmáticamente complejo que es la Web 2.0. Me refiero a un modelo de aprendizaje.
Piensen ustedes en esta idea: ¿Qué es lo primero que hace falta para que usted aprenda, por ejemplo a jugar al tenis?
El reglamento, una raqueta, el equipo, un profesor?… Antes que eso, mucho antes…
Lo primero es Creencia. Creencia de que usted podrá hacerlo, que podrá aprender, que podrá progresar en el aprendizaje, que usted llegará a dominar ese arte.
Piense si, no: Todo, absolutamente todo lo que hay a su alrededor, primero estuvo en la mente de alguien. Primero fue una prefiguración, primero fue la creencia de que podía convertirse en eso que usted está viendo. Aunque no supiera cómo, el motor se encendió cuando ese sujeto empezó a creer firmemente que podía lidiar contra ese desafío y salir airoso.
De manera que lo primero que hace falta para poder hacer algo es creer que uno lo puede hacer. Tener un registro cierto en algún lugar de nuestro pensamiento que diga sí, que nos dé permiso para lanzarnos a la aventura y nos haga pensar que lo que hay para conseguir es más importante que lo que puedan pesar los fracasos, los errores, las equivocaciones, los tropiezos…
Si tiene la creencia, podrá ir en busca del segundo elemento: información. ¿A qué se juega en el Tenis? ¿cómo es el reglamento? ¿cuáles son las claves del juego? ¿qué hace falta para acceder a ellas? ¿qué característica tienen los que juegan fuerte?
Información que se irá convirtiendo en Conocimiento a medida que usted pueda procesarla. Y ese conocimiento volcará sus aguas en la fuente de su creencia, realimentándola y como consecuencia de ello irá por más información.
De manera que el primero es Creencia y el segundo elemento es Conocimiento.
Conocimiento al que solamente se accede si antes la creencia se convirtió en deseo y le impulsó a salir a capturarlo. Y cuando ese conocimiento fue suficiente, naturalmente usted pasó a la etapa siguiente: Empezó a practicar.
Sabía lo que había que hacer y cuáles eran las claves y además creía que podía… Entonces vinieron los problemas…
Porque las batallas no se libran solamente en el plano de la mecánica corporal. Yo diría que esas son las más sencillas. Las más complicadas son las que uno libra contra sus propias creencias, contra sus propias percepciones de cómo hay que hacer las cosas contra sus propias limitaciones… ¿no le ha pasado? Claro que sí. A todos nos pasa todo el tiempo.
Aquí hay muchos componentes paradigmáticos, cosas que uno da por sentadas, que ni siquiera se le ocurre revisar o poner en duda. Terminan siendo las barreras más difíciles de sortear.
¿Manejarse con al informática es difícil?… No más difícil que escribir su nombre en una hoja de papel con un bolígrafo.
Pero, usted se preguntará entonces ¿porqué me cuesta una cosa y la otra no?
Aun a riesgo de simplificar excesivamente, déjeme decirlo de esta manera: usted aprendió a escribir su nombre con un lápiz o una lapicera y enfocando en lo que estaba haciendo.
La de con la a, la ene, la i, con el puntito, la e, otra vez… y la ele: daniel.
El paradigma social que recubría esa situación era ese y usted aprendió en una época de su vida donde tenía una gran avidez por aprender, mucha facilidad para hacerlo y el entorno social le ofrecía las herramientas.
La informática se le impuso de la misma manera que se le imponen hoy los desarrollos tecnológicos y el paradigma dominante no es que usted aprenda sino que usted compre, que se haga consumidor, no usuario. Es más complicado.
Porque no solamente se trata de visiones diferentes, sino de resistencias subjetivas.
De eso hablamos, básicamente cuando nos referimos a aprender a aprender. No se trata solamente de identificar cuáles son nuestros canales más efectivos para incorporar información y estímulos, sino de forjar una mente abierta, flexible, predispuesta a desprenderse de cualquier creencia tan pronto identifiquemos allí mismo una limitación. ¿Que es difícil? Por supuesto que lo es. Como también fue difícil aprender a caminar, y sin embargo la práctica y la mirada puesta en el objetivo hicieron lo que hizo falta hacer para lograrlo.
Entonces: lo primero es Creencia, con ella nos movemos hacia el Conocimiento y con el conocimiento empezamos a practicar hasta que adquirimos la Habilidad.
En cualquier área, después del conocimiento, la madre de la habilidad es la práctica, la repetición sistemática hasta que uno consigue ubicarse en la posición de hacedor, de usuario.
Para el caso de la informática: esto sucede cuando uno hace lo que quiere hacer con las herramientas y no lo que puede. Cuando las herramientas desaparecen del primer plano, como el lápiz cuando escribía su nombre.
Ahora pregúntese en qué paso está en este momento, respecto a este modelo.
La creencia le ha traído hasta acá, nosotros hemos plantado en este territorio algunas semillas de conocimiento. Usted trabajará con ellas para hacer crecer desde allí el árbol de su propio conocimiento. Cuanto más conocimiento pueda identificar en esta experiencia, mayor será la creencia de que estas herramientas pueden ser usadas para mejorar la calidad de lo que hace. Cuanto más creencia, más trabajo, más práctica y más habilidad.
Fuente de la imagen FlickrCC
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