Gracias pixeladas
Sobando el pixel. Episodio III
Publicado originalmente en el blog Tu Remanso
Esta conversación quiere moverse. Un debate es una oportunidad para configurar ideas y percepciones que a menudo navegan en el océano de nuestro pensamiento unidas por ligaduras invisibles. Como conversación necesita —además— saber si es pertinente, si puede trascender lo formal del ir y venir entre impenetrabilidades, y alumbrar alguna cosa que no haya sido iluminada por algún resplandor. Mientras pienso, estoy a ciegas. Anudando palabras con ideas voy haciendo camino. Nunca se trata de construir vasos comunicantes entre una afirmación apriorizada y el punto donde estamos situados. Sino de aceptar el reto de querer saber donde no se sabe. Por eso, esta conversación necesita moverse, y esa es la explicación de que aparezca en un espacio diferente al que ha venido alojándola.
En esta instancia, quiero mentar una respuesta de Carina Maguregui en su muro del Facebook a propósito de mi saludo por su cumpleaños:
Daniel, gracias pixeladas.
Para los que hacemos gráfica digital, algo que está pixelado es algo imperfecto, mal conformado: un fotocromo ampliado más de lo que su tamaño permite o una foto mal pasada por el Photoshop, produce, primero una pérdida importante de la definición de la imagen y luego un deterioro en la gama tonal. Lo que se ve a simple vista es que la imagen pasa de un valor a otro mostrando los saltos característicos de la estructura de pixeles.
Aunque la raíz del problema tiene cierta complejidad, digamos que esto se produce porque no hay información suficiente en el documento para dibujar la transición que se le pide a la imagen.
Asomados al terreno de la arquitectura, podríamos compararlo con la construcción de una escalera. Si el espacio que tengo para desplegarla, en relación con la altura, no permite trazar una pendiente razonable, tendré que aumentar las pedadas para conectar una planta y la otra en ese espacio.
De tal manera que en el lenguaje gráfico, resulta absolutamente pertinente asociar pixelado con ordinario, con algo de poco valor o mal hecho. Si trasladara este significante a la respuesta de Carina, debería concluir que me agradeció el saludo de mala gana y además se ocupó de que me enterara, porque lo dejó escrito…
No conozco a Carina más que al nivel de lo que escribe y publica en el Facebook y que suelo leer con fruición de principiante. Sin embargo, alcanza con leer las respuestas a otras personas, por el mismo motivo, para concluir que el sentido de tal adjetivación no fue este sino el de reconocerme en un punto de coincidencia por lo que hacemos, lo cual hace que mi saludo tenga un poco más de pertinencia que si fuera el de un extraño a su mundo de intereses.
Gracias pixeladas
Es cierto que las palabras, y más: que los sintagmas, no tienen un significado per se, sino en un contexto determinado por una compleja trama de variables. Particularmente los argentinos usamos la expresión Es un hijo de puta para aludir a la picardía de una persona, a sus malos hábitos, a sus disvalores o a su capacidad de desempeño. La misma construcción, el mismo sintagma y sentidos divergentes en una formulación absolutamente estable.
Volviendo al intercambio con Carina, queda claro que el calificativo pixelado, por lo menos porta dos significantes opuestos.
Haciendo un paralelo con el tema de esta conversación, vale la pena preguntarse: ¿El lenguaje puede asumirse como una unidad de sentido o el lenguaje es un sistema de signos que sostiene una construcción de sentido? El lenguaje, aún reducido a la simplicidad sintáctica de un monosílabo o de un gesto imperceptible, sigue siendo lenguaje sin perder su condición como articulador de sentido. Lo mismo puede decirse del píxel sobre el que se construyen todas las visualizaciones digitales que vemos antes de interpretar.
El sentido se aloja en esas construcciones que se dibujan con pixeles.
Es cierta la afirmación que hace Julio Serrano comentando el episodio anterior de esta saga, respecto a que
[…] el píxel es la extensión del trazo, pensemos en los puntos de la impresión y luego en el carbón sobre el papel y en el palito sobre la tierra, siempre hay un grano de por medio en el trazo, tenemos ya granito para el siglo XXI […]
Aunque él mismo reconoce que no logra conectar esta afirmación con la idea que lo seduce, se refiere a herramientas, a soportes que ni siquiera pueden pensarse como ámbitos gramáticos, entendiendo tal cosa como espacios donde las fronteras entre lo instrumental y lo significativo se vuelven difusas e indeterminadas porque participan directamente en la conformación del discurso. Pero no son el discurso. Están implicadas en su construcción, se embeben, lo impregnan, lo hacen más o menos inteligible, pero no son el discurso.
La mano, el trazo de carbón, el palito sobre la tierra o el cálamo sobre el palimpsesto no configuran sentido per se, como tampoco lo hace el pixel, aun cuando su status sea el de formar parte de un dispositivo que pueda ser nominado como ámbito gramático.
Probablemente ayude a iluminar esta situación ensayar la comparación con un libro: ¿A qué llamamos libro? ¿Cuál es el libro? ¿El texto o el objeto? El texto es el contenido y el objeto es la edición, a la que incluimos por extensión cuando lo nombramos. Parte del arte del diseñador editorial es reforzar las trazas de sentido del texto con formas y recursos adecuados que resulten tributarios del sentido del discurso que despliega el texto.
El libro sigue estando ligado a su soporte, porque todavía el generador de sentido de mayor pregnancia es la voluntad humana de dar materialidad perdurable al texto. Eso explica por qué hay choque cultural con los e-books, tanto que necesitamos nombrarlos de otra manera. Libros, siguen siendo objetos, para nosotros. Y sin embargo, nunca podríamos ubicar la unidad de sentido en otro lugar que no fuera el discurso.
Algo similar sucede con el sonido, pero hagamos silencio, por ahora, para escuchar alguna devolución.
Esta conversación se inició en Twitter y empezó a plasmarse en otros blogs
Primer episodio: El Tilo de Olivos
Segundo episodio: Transmedia
Hoy está aquí y en Tu Remanso. Mañana, vaya uno a saber…
Fuente de la imagen: El nacimiento de la escritura