La orfandad del acorazado

 

Anoche, en el recién estrenado espacio El Pantallazo que el grupo Propuesta Sur, del Frente Social y Popular ha inaugurado en la calle San Lorenzo 1453, de Rosario, se proyectó Acorazado, una deliciosa comedia mexicano-cubana, que ví  (regocijado) entre empanadas y cerveza artesanal. Una fiesta. Y bienvenido el encuentro entre polí­tica y cultura.

Silverio Palacios (40), un fracasado sindicalista veracruzano, decide dar un nuevo giro a su vida. Cansado de ganarse la vida pidiendo dinero en las calles, decide ejecutar el plan que durante años ha diseñado su amigo el Alacrán, viejo lí­der sindical. Tomando su abandonado taxi y convirtiéndolo en una improvisada balsa, emprende un viaje que puede cambiar su destino para siempre.

Apasionado orador de discursos sin sentido, Silverio prepara el más importante de su vida; convencer al gobierno americano de estar recibiendo a un refugiado polí­tico, que huyendo del comunismo, ha decidido arriesgar la propia vida en busca de libertad y mejores oportunidades. El plan es casi infalible, con sólo tocar la orilla sin ser atrapado, el gobierno está obligado a dar asilo polí­tico a quien ose arriesgar la vida en semejante travesí­a.

Aquí puede leerse la reseña completa: Austral Films

Silverio, me pareció una pintura maravillosa de nuestro ser latinoamericano, y la realización, una muestra cabal de nuestro hacer latinoamericano. Con algunas fallas y desprolijidades, que no eclipsan el relato, pero que a veces lo dificultan. Por ejemplo el sonido en exteriores.

Silverio es un tipo que dice (sin ponerse colorado) que la polí­tica no le interesa, pero usa todos los malestares que la política real genera en la sociedad, para sobrevivir. Y no se da cuenta de eso. O no muestra las contradicciones. Está acostumbrado. Hay ahí­ algo de orfandad en el horizonte que (se) persigue. Pareciera que llega hasta la supervivencia y allí­ termina. Silverio vive rodeado de problemas y situaciones de crisis en casi todas las cosas que le rodean: la familia, el trabajo, los amigos… y un dí­a decide usufructuar el sentimiento anticastrista imperante en Estados Unidos y jugársela como refugiado polí­tico.

Nadie se va a dar cuenta que es mexicano (nosotros somos mucho más inteligentes!), por supuesto: En un momento su mentor estratégico, Alacrán, le revela el secreto del camouflaje lingüístico: nunca te refieras a él como Fidel. Siempre nombralo como Castro.

La partida hacia aquella aventura es una secuencia decididamente rocambolesca y un homenaje a la saga genial de la Armada Brancaleone (1966), de Mario Monicelli.

El punto es que no llega a la Florida, sino a Cuba. Y allí­ lo reciben, le dan trabajo, lo cuidan… porque, cuando se da cuenta de dónde llegó, dice que está huyendo… del capitalismo.


Y aquí­ vuelve la burra al trigo. Ya no importa que está mejor, ahora empieza a usar todas las artimañas que conoce, para sacar ventaja y eso finalmente lo arrastra a una crisis peor.

Entre todas las cosas que propone pensar este relato, una de ellas sin dudas es la interdeterminación que hay entre el sujeto y la sociedad en la que vive. No se puede pensar una cosa sin la otra y esta me parece que es una característica que atraviesa transversalmente a Latinoamérica. En un momento Silverio se ufana de no entender nada de polí­tica y su interlocutor, un cubano que se dedica a falsificar cuadros, le responde: Todo es polí­tica. Que estés acá diciendo que no te interesa la polí­tica, también lo es.

¿Quién otro, más que un cubano, podrí­a contestarle de esa manera? Un cubano, que, sin embargo tampoco estaba fuera de sus contradicciones culturales.

Donde faltan oportunidades lo que crece es la creatividad para sobrevivir, sirviéndose de lo que sea. Y asociado a eso se impone una ética que respalda ese andar errático, huérfano de valores colectivos, oportunista en algún sentido, miope en otro y que ha parido algunas de las afirmaciones populares más terribles y que mejor acomodadas tenemos en nuestro acervo cultural: basta la salud, roban pero hacen, ellos hacen como que me pagan y yo hago como que trabajo…

Bienvenido el encuentro entre polí­tica y cultura y bienvenido este espacio, para ver cine, pensar entre todos y pasarla bien.