Muchísimas veces, repetimos en el aula: Se escribe pollo y se dice poio… Se dice sapaito, pero se escribe zapallito… Es la forma para no violentar la lengua materna de muchos niños cordobeses, y sin embargo tratar de ponerlos bajo el paraguas del castellano, el idioma oficial de la nación.
Pero no hay caso. Esa mezcla de picardía, humor típicamente cordobés, algo de una defensa cerrada de su identidad lingüística y la necesidad de promocionar — como sea— lo que se vende en los puestos callejeros, produce este tipo de comunicación que tan sabrosa resulta para el visitante turístico… ¿Que transgrede el idioma? ¡Por supuesto! Tanto como la jerga de los chicos enviándose mensajes de texto entre celulares… Sólo que desde mucho antes. ¿Es que hay algo más transgresor, más vivo, que la lengua que se habla? En todo caso, la gracia cordobesa, consiste en ponerla por escrito con inescrupulosa y desnuda literalidad… Disfrútelo, que vale la pena!
— dígame la verdad. ¿No se trata acaso de agregarle valor al producto? Una mandarina dulce y bailarina… o leña de madera de palo de árbol… o verdurita con timbre…
¿no prometen algo más?
G
M
T
La función de sonido está limitada a 200 caracteres