OLPC, un año después

Analía Diez, compañera de la Diplo de FLACSO, publicó un interesante post sobre OLPC, que me ha estimulado para volver a publicar una serie de notas que escribí­ hace un año sobre el tema. La primera de ellas, alude al tí­tulo con que se presentó el proyecto:

Preparativos para hacer estallar el aula

El jueves 20/07/06 tuve la ¿suerte? (considerando que el evento sucedió a 1.000 km de donde vivo) de asistir a la conferencia que Educ.ar ofreció para presentar oficialmente el prototipo del proyecto OLPC y dar cuenta del estado de desarrollo del emprendimiento.

Hacer un post sobre el tema ha requerido de cierta producción, y algo de reflexión. Vale aclarar entonces que estos comentarios no aspiran a circular como info caliente, sino a aportarle algo al debate.

Para empezar hay que decir que no es un dato cualquiera que a la presentación hayan venido el Presidente de la OLPC, Walter Bender y el vicepresidente para América Latina de la misma organización, David Cavallo, ambos del MIT Media Lab. Por la parte Argentina, el encargado de exponer fue Alejandro Piscitelli, en su caráter de Gerente General del portal Educ.ar, la institución designada por el Ministerio de Educación para monitorear el desarrollo del proyecto.

Para quienes no lo sepan, el MIT Media Lab fue fundado en 1985 por Nicholas Negroponte y desde entonces ha estado involucrado en el desarrollo de la mayor parte de los productos de tecnologí­a que hoy usamos, relacionados con la comunicación y la expresividad en la comunicación digital. Actualmente cuenta con 30 grupos de investigación que llevan adelante más de 300 proyectos de las más diversas áreas, en diferentes grupos: Centro para los bits y los átomos; Lugares cambiantes; Programa de las comunicaciones del futuro; Laboratorio de electrónica de consumo; y Vida digital. Walter Bender ha sido, durante 5 años, el presidente del Media Lab. Los expositores del consorcio OLPC se cuidaron muy bien de relativizar el aspecto tecnológico del desarrollo y centraron sus intervenciones en la idea de que se trata de un proyecto para aprender a aprender y no de un emprendimiento meramente tecnológico. Para bajar los decibeles en este sentido, W. Bender comenzó diciendo que le gustaba usar la definición de Tecnologí­a de Alan Kay , cuando decía:

La tecnologí­a es todo lo que se inventó después de que nosotros nacimos. Es algo más. No tiene ningún pedestal.

Si por Tecnologí­a entendemos el conjunto de estrategias y dispositivos que nos permiten relacionarnos con la artificialidad, hay que consignar lo llamativo que resultan la cantidad de comentarios y crónicas que hemos leí­do en estos días en los medios, respecto al proyecto OLPC, centradas exclusivamente en los datos técnicos de las máquinas ¿Será que cuesta mucho trabajo salirnos de la tecnologí­a como objeto supremo de adoración? ¿Tal es el nivel de deslumbramiento que nos produce? Quizás la marca del consumo de objetos obtura tanto la mirada que no se alcanza a ver, por ejemplo, qué cosas deberí­amos hacer para transformar esto en una herramienta de crecimiento y cambio.

Quizás, por esta misma razón, estemos dejando que se deslice la idea de que la mera presencia de los dispositivos tecnológicos hará el trabajo que deben hacer las personas para su apropiación. Si fuera así­, tal vez convenga recordar que Cultura puede ser definida como todo lo que el hombre hace (productos tecnológicos) y naturaliza apropiándoselo con el uso. Si bien estamos frente a una relación compleja entre ambos términos, no es menos cierto que la Cultura de apropiación es la que permite el desarrollo de una comunidad y no los dispositivos tecnológicos per se.

No se trata —hay que decirlo explí­citamente— de restarle méritos a la tecnologí­a en su rol de potenciador del aprendizaje. Pero, aprender y cambiar requiere movimientos en el terreno de la subjetividad propia y social, antes que en el de la tecnologí­a.

En las últimas décadas ha habido un espectacular avance del conocimiento, apoyado por las computadoras y las TICs, pero no generado por ellas, sino por una gran cantidad de cientí­ficos y desarrolladores que, apropiándose de las herramientas tecnológicas, hicieron posible que eso sucediera.

Las máquinas estarán repletas de avances tecnológicos innovadores, apuntando al desarrollo de comunidades de aprendizaje (si usted ha leído alguna vez a Peter Senge o al argentino Fred Kofman [Aprendizaje, Saber y Poder], sabe de qué estoy hablando). Esto incluye, por ejemplo, una tecla para compartir lo que se está haciendo con el resto de los usuarios; o el Tam Tam, un software para generar música, especialmente desarrollado para estas laptops, que puede funcionar aún con las pantallas desactivadas y que trabaja con 4 máquinas enlazadas, donde cada una toca en una cuerda diferente o un instrumento distinto.

Se están escribiendo protocolos de enlace dedicado para que las portátiles puedan formar entre si­ una gran nube de conectividad, una malla (mesh, le llaman) que generará, en los hechos, un ancho de banda antes nunca obtenido. En algunos casos, corriendo aplicaciones determinadas, podrán funcionar al margen de los servidores tradicionales de Internet. Y cuando haya cobertura, integradas a la Web.

Esto posibilitaría la generación de redes de usuarios en locaciones en las que no necesariamente haya conectividad previa. Y estas redes harían que la tecnología ingrese a las casas de las familias de los alumnos. ¿Para integrarlas? David Cavallo contó que en una experiencia realizada en Costa Rica, al año de haber repartido una computadora por niño en una escuela, la gran mayorí­a de los padres, habí­an iniciado el proceso de alfabetización digital.

Recientemente el profesor Adrián Paenza, circulando por los medios, ha estado repitiendo, a propósito de la publicación de su libro Matemática… ¿Estás ahí­? casi como un latiguillo que creemos que educamos y en realidad le estamos pasando a nuestros pibes respuestas a preguntas que ellos no tienen ni se hacen. Este pareciera ser el meollo del problema. ¿Qué y para qué estamos haciendo educación?

Sin embargo, esta todaví­a es una discusión de laboratorio en la Argentina. Aún cuando —en la teorí­a— ha sido lanzado un debate a nivel nacional acerca de la nueva Ley de Educación.

El amor —dijo Walter Bender en uno de los primeros pasajes de su intervención— enseña mucho mejor que la obligación. Los chicos aprenden más cuando están haciendo cosas que les gustan.

Para apoyar esta afirmación trajo un ejemplo sucedido en China: Allí­ los caracteres del alfabeto nacional se enseñan en un orden muy estricto. Una escuela realizó un experimento en el cual se alteró esa norma: enseñaron los caracteres a los niños en otro orden, teniendo en cuenta qué era lo que les interesaba leer, y el resultado fue que aprendieron tres veces más rápido.

Estas señales, pareciera que todaví­a no pasan de ser datos exóticos para nuestra comunidad educativa, tan enredados que estamos en cuestiones funcionales.

Como las máquinas tienen capacidad para procesar video, Bender propuso animarse a mostrarle a los niños el video de los 25 toques y preguntarles, por ejemplo, qué distancia habí­a recorrido la pelota… Pronto advertirí­an —supuso— que hay muchas formas de resolver un mismo problema y allí­ podrí­an aplicar diferentes conocimientos matemáticos, abriendo la posibilidad de un intercambio mediado por la computadora y enriqueciendo el aprendizaje.

¿Qué deberí­a suceder para que en el microcosmos pedagógico se produjera un cimbronazo tal, que nos pusiera a pensar de otra manera, a generar modos disruptivos en materia de estimulación al aprendizaje?

En Argentina hay 820 mil docentes. Solamente un 10% participa de alguna de las actividades del portal Educ.ar. El nivel de alfabetización digital en nuestro paí­s es extremadamente bajo.

Alejandro Piscitelli habló de saturación tecnológica como única estrategia posible para hacer estallar el aula del lápiz y el cuaderno (un modelo que tiene cientos de años). Para ello, el proyecto se plantea probar con un millón de laptops económicas para cada niño y cada docente y, si la prueba funciona, llegar a comprar progresivamente 10 millones y medio de esas máquinas, para que cada uno de los niños que conforman la matrí­cula estudiantil de 6 a 12 años en la Argentina, ingrese al mundo de las TICs.

Aunque el funcionario se encargó de aclarar que todaví­a todo está en etapa de evaluación, los que tenemos algunos kilómetros recorridos en la vida, sabemos que no se mueven dos figuras como las que vinieron a la presentación, si solamente estamos estudiando el proyecto y viendo cómo se desarrolla.

Saturación tecnológica es un concepto casi del backstage del management de las grandes corporaciones mundiales. No tiene mucha popularidad como formulación enunciativa. Sin embargo, los resultados de su aplicación conviven con nosotros todo el tiempo. Han logrado naturalizarse en el paisaje cultural de los tiempos que corren.

Si usted cree que esto no va a pasar con las laptops, le sugiero que compare lo que decí­a Faith Popcorn en 1991 en su libro Lo que Vendrá y lo que ve hoy, cuando mira a su alrededor.

O que lea un libro emblemático e inquietante del mundo del management empresarial, escrito por Andrew Grove, el CEO de Intel, llamado Sólo los paranoides sobreviven.

Alguien está preparando aquí­ un gran negocio ¿Qué duda cabe? Brillante escapada hacia adelante, además. El capitalismo, que necesita restringir la producción para mantener niveles de precios altos y salarios bajos, en algún punto, acaba mordiéndose la cola: Los mercados terminan resultándole chicos. La mundialización de la economí­a, en definitiva, es un ejemplo de su capacidad para salir de la contradicción hacia adelante y no quedar atrapado en ella.

El proyecto OLPC parece, en este aspecto, ir en la misma dirección. Ahora son los gobiernos, y en cantidades no inferiores a 500 mil unidades, los que comprarán la tecnologí­a que la gente no puede comprar.

Este es un aspecto. El otro, no menos cierto, es que el proyecto vehiculizará una espectacular vuelta de tuerca sobre el desarrollo de las TICs… y hará que muchas cosas mejoren, porque para imponerlo, necesitan diferenciarlo y aplicar sobre él una enorme dosis de investigación y desarrollo respecto de lo que hoy está disponible en el mercado.

Si no lo/me cree, piense en lo que pasó con los cajeros automáticos, con los envases descartables, con el sistema tetrapak, con los containers, con las tarjetas de crédito, con la bancarización, con los celulares, con el fax, con las PC, con el mail, con los supermercados, con los electrodomésticos, con los shoppings, con la televisión por cable, con el diagnóstico por imágenes… y con cada formato tecnológico que, en su momento colisionó contra los usos y las costumbres que se aceptaban como normales y acabó trayendo una nueva normalidad, más tecnológica esta vez.

Este no es el problema y nunca lo será, en tanto no está en nuestras manos orientar el desarrollo de la tecnologí­a (por otra parte, habrí­a que preguntarse si esto es posible dentro del capitalismo, o solamente corresponde a los insondables designios de los mercados, hacerlo). En cada bocado tecnológico hay alimento y veneno. Hemos escrito muchas veces acerca de esta idea. Las laptops de este proyecto no son una excepción. Lo cierto es que la saturación tecnológica hará que cambien situaciones y paisajes sociales en un momento de declinación o destitución de muchas de las instituciones de nuestra sociedad, lo cual pondrá sobre el tapete nuestra capacidad para aprender a pensar cómo relacionarnos con esta nueva capa tecnológica.

¿Qué pasará entonces con la subjetividad pedagógica que hoy campea en nuestras instituciones educativas? ¿Resistirá? ¿Mutará para mantener la cuota de permeabilidad que tiene hacia la tecnologí­a? O para decirlo más llanamente ¿qué se espera que hagamos los docentes frente a este nuevo panorama? ¿Con qué podremos contar?

Cuando he sacado el tema entre mis colegas locales, lo más fuerte que apareció fue el escepticismo: Eso no va a pasar. Alguien se va a quedar con las máquinas. Es la respuesta casi de molde. ¿Cómo jugará eso en este proceso? No es un tema menor. Con esta sóla cuestión podrí­amos abrir una línea de pensamiento que nos ocuparía todo el espacio de este post.

Por otra parte, resulta pertinente preguntarse ¿Quiénes deberí­an generar los contenidos para que esa tecnologí­a, finalmente genere recursos didácticos que se conviertan en verdaderas herramientas del modelo educativo que se sugiere? En este punto siento que pesa muchí­simo lo no resuelto que tenemos, como paí­s, respecto al conflicto omnipresente entre la Capital y el Interior. La saturación tecnológica ¿empujará en dirección a la democratización de la educación? ¿O ayudará a profundizar la brecha?

Lo cierto es que la tecnologí­a se desarrolla muchí­simo más rápido que nuestra capacidad de metabolizarla, de apropiarnos de las ventajas que nos ofrece para relacionarnos con la artificialidad del mundo en que vivimos. Y este no es solamente un problema de la posición que tengamos frente a ella en lo económico. Tampoco es un dilema que se agote en la puja entre nativos o inmigrantes digitales, sino una compleja trama de significaciones que se juegan y se resuelven también en otros planos. Alguien decí­a hace poco, a propósito del debate acerca de la reforma educativa, que

el problema inicial no es el acceso y la permanencia de los niños en el sistema educativo sino el acceso y la permanencia de los padres en el sistema productivo.

Sinceramente no me imagino a la profesora de música de mi hijo tratando de enseñar a los niños a encontrar sonidos, armoní­as y coloraturas con el Tam Tam. He discutido con los miembros de la institución hasta el cansancio acerca de que esa forma de trabajar la materia hace que los chicos odien la música y no solamente a la materia y la profesora.

Hay que consignar que tan cierto es que no todos los docentes somos así­, como que un docente con 30 horas cátedra semanales, literalmente no puede pensar en otra cosa más que en seguir los protocolos de la planificación a que se comprometió. La resultante de este sistema de fuerzas es un vector que indica claramente la dirección de la educación que tenemos y lo que se ve, es que hay poco espacio emocional para pensar el cambio.

Conozco en carne propia este paisaje. Estamos trabajando —todaví­a en soledad— para incluir TICs en las prácticas educativas, desde hace cinco años en Traslasierra y desde hace casi un año y medio, con el proyecto CICE , frente a un grupo de directivos y docentes que nos miran hacer con expectativas y curiosidad, pero sin involucrarse. Una cosa son los discursos y otra es la implantación real de las rutinas y los procedimientos que obligan al otro a moverse en alguna dirección; la lucha contra la indolencia, contra el desencanto, la incredulidad o contra las tensiones que provoca, frente a los poderes establecidos, la aparición de métodos y técnicas innovadoras.

Personalmente creo que la tarea de escribir contenidos para aplicar las TICs a la educación es indelegable y corresponde a los docentes y no a los funcionarios ni a los tecnócratas. El Estado debe proveer los medios y lineamientos generales, pero no conoce —no puede hacerlo— las singularidades de cada región. Puede marcar, como en el caso de los NAPs cuáles son los núcleos de aprendizaje básicos para todo el paí­s. Pero en cada escuela deberí­a haber docentes escribiendo contenidos como estrategias para alcanzar esos núcleos de conocimiento. La gran pregunta que se despliega entonces es: ¿cuántos docentes están preparados para enfrentar esta situación?

Alguien pidió en la conferencia, de una manera bastante frontal, que le exhibieran cuáles eran los planes del Ministerio para capacitar a los docentes en estas artes y obtuvo una respuesta francamente destemplada.

No solamente es llamativo que los comentarios y crónicas que circulan en estos dí­as respecto al proyecto OLPC, están centradas exclusivamente en los datos técnicos y subsidiariamente sigan alimentando la fascinación por la tecnologí­a. Es preocupante que el Ministerio no muestre una determinación firme de neutralizar este aspecto, que las organizaciones gremiales y profesionales no lo hayan hecho. En definitiva, que las instituciones de la comunidad educativa sigan pensando estas cosas como episodios exóticos de una historia que se cuenta, pero que nunca va a suceder.

La situación me remite a aquella interpretación (dura, durísima) que intentaba explicar por qué Moisés tardó cuarenta y siete años en cruzar desierto para llegar a la Tierra Prometida: con un pueblo de esclavos no se puede hacer un paí­s libre, y hasta que no murieron todos y sobrevino el recambio por una generación formada en las dificultades que plantea la supervivencia en el desierto, no estuvieron dadas las condiciones para llegar.

En el Blog OLPC de Educ.ar ya está empezando a desarrollarse algún debate al respecto que, seguramente, será interesante seguir.
También desde allí­ es posible descargar en un archivo MP3 (que pesa 147 MB) el audio completo de la charla.
 

Caracterí­sticas de las Laptops:

La memoria fija (no volátil) será del tipo flash (como la que se encuentra en celulares y cámaras digitales, que puede ser borrada y reprogramada) de 500 MB o 1 GB.
La pantalla (todaví­a no desarrollada) seráa de Matriz Pasiva de unos 15 x 20 cm.
Carcaza de plástico duro y con protección para humedad y tierra (absolutamente sellada).
El consumo será de 2 watts con bateria de ní­quel y un dispositivo de recarga que permitirá, por cada minuto de accionamiento, cargar energía para 10 minutos de funcionamiento.
El peso será de 1,5 kg.
Equipada con cámara fotográfica, sonido, micrófono, conectores USB y antenas para wi-fi.
Tendrá 5 configuraciones diferentes de uso: formato de PC, de TV, de E-Book, de consola personal de juego y de router para conectar a otras máquinas.