Páginas sin libros. Libros sin bibliotecas. Alimento y veneno

Quizás uno de los aspectos más inquietantes que plantea la sociedad cientí­fico tecnológica no sea el conocimiento en si mismo, sino la disponibilidad del conocimiento, el haberla incrementado en forma descomunal en muy poco tiempo. El sólo hecho de ponerlo en red, sumado a la posibilidad de alimentarlo, desglosarlo o metabolizarlo interactivamente, no hace sino aumentar su potencial de aprovechamiento. La cuestión es si estas oportunidades están a la vista o estaremos actuando como el niño que recién comienza a diferenciarse del mundo de su madre y percibe solamente lo que está en la escala de su tamaño: de visita al zoológico no puede distinguir un elefante del resto del entorno, porque le resulta excesivamente grande. Sencillamente no lo ve, hasta que un adulto procede a recortárselo.

En paí­ses como Argentina, corriendo como vamos, el año 510 después del descubrimiento de América, este fenómeno tiene unas características particulares, que es importante reconocer, aún cuando no estemos en condiciones de cuantificar.

Desigualdades

Lo primero que necesitamos es revisar el marco macro. Aquí­ hay que apuntar la formidable desigualdad del desarrollo entre las metrópolis y el interior, así como de La Metrópolis  —Buenos Aires— respecto al resto del país. Cuando se habla de que Argentina tiene un sistema democrático imperfecto, siempre hay una alusión tácita al punto de mayor desarrollo democrático y no a al promedio. Todos sabemos que desde hace por lo menos 200 años, el destino del paí­s se decide en Buenos Aires (Capital y Provincia). La sabidurí­a popular ha acuñado una expresión para referirse a ello, que no por irónica es menos elocuente: Dios está en todas partes, —dicen— pero atiende en Buenos Aires.

Pues, si hablamos del interior profundo de la Argentina, podemos decir que todaví­a estamos en la Edad Media. No es que todaví­a no llegó la colonización, sino que lo que ha hecho la colonización en estos lugares, en nombre de la civilización, reduciendo a los nativos a niveles infrahumanos, todaví­a puede percibirse en sus descendientes. El poder real está hoy en manos de caudillos que manejan la polí­tica y las cuestiones de estado como negocios de suma y saldo para sus intereses. En los mentideros más creí­bles, fanfarronean algunos diciendo que una senadurí­a cuesta 500 mil dóares, por ejemplo. El que esté dispuesto a invertirlo, puede apostar a convertirse en representante de su pueblo sabiendo que recuperará la inversián en un tiempo que conoce por anticipado y siempre con creces. Ese dinero será prolijamente repartido entre una red de punteros que arrearán —literalmente— a la gente más humilde como tropa de animales, a cambio de bolsones de comida, para llenar actos o dinero en efectivo —a veces— para asegurar las fidelidades electorales. Como el voto es nominal, las elecciones se ganan ocupándose de recorrer los caserí­os, repartiendo dádivas a personas que viven en situaciones de extrema pobreza y trayéndolos al pueblo a cambio de que cedan su voto. Con el mismo criterio se otorgan los planes de asistencia, los créditos, las viviendas, los puestos de trabajo…  Imposible hablar de la sociedad Cientí­fico-Tecnológica o de la Sociedad de la Información… ¿Imposible?

Grietas

Está claro que para quienes conducen este estilo de gestión, la educación no forma parte precisamente de sus desvelos. Por el contrario, su verdadera preocupación parece estar en reducirla cada vez más a una ficción, a un acting vací­o de contenido. Nosotros debemos conformarnos con que mantengan abiertas las escuelas y carguen la responsabilidad de educar a los pequeños —en los hechos y en muchos casos— sobre maestros y padres agobiados por la crisis.

Un conocido medio periodístico cordobés se preguntaba, semanas atrás en su edición dominical, si los niños repitentes por segunda vez no deberían asistir a escuelas especiales, dando por sentado que un niño en esas condiciones es discapacitado.

El hambre no es una enfermedad, no es un accidente de nacimiento ni es un incidente genético. Pero si un niño, por causa de la subalimentación, no alcanza el desarrollo del 80% de su masa encefálica a los dos años, el espacio que no ocupe el cerebro en su cavidad craneana se llenará de lí­quidos y ya no podrá aprender. El daño será irreversible. Perderá la capacidad de hacer otra cosa que no sean tareas simples. Y ni qué hablar de su capacidad de discernimiento. El hambre no es una enfermedad, es una polí­tica de los imperios, defendida a capa y espada en los paí­ses como el nuestro por sus representantes, que vienen haciendo bien su trabajo desde hace mucho tiempo: El 54% de la población argentina vive por debajo de la lí­nea de pobreza. Eso son casi 21 millones de personas, en un paí­s que produce alimentos para 800 millones de personas. Algo no anda bien si se lo mira de este lado.

Mucho se ha escrito sobre la ética inexistente del capitalismo como sistema económico y bastante menos acerca de su impresionante incapacidad para cumplir él mismo lo que pregona. En Argentina —y seguramente en toda Latinoamérica—” conocemos rapaces de todo pelaje, travestidos de liberales en el discurso político y demandando protecciones para sus propias actividades de parte del Estado. Hemos escuchado reclamos en nombre de la democracia de personajes manifiestamente antidemocráticos o apelaciones a la justicia de quienes se han servido de ella en beneficio propio. Mil años hace que el sol pasa pariendo esta curiosa raza — dice Serrat en 1978— que con su llanto hace un panal y de su sangre y su derrota, dí­a de fiesta nacional. Pero conforme avanza el nivel de superexplotación, se van cayendo las máscaras y las coartadas. Ya no estamos hablando de que el sistema no puede sostener los compromisos que firma con los mineros en Bolivia o de la imposibilidad de conceder la reforma agraria en el Perú. Ya nadie cree que los piqueteros Kostecki y Santillán sostuvieron combates de igual a igual con la policí­a y cayeron en el enfrentamiento del puente Avellaneda, ni que el Terrorista Mayor —en el mejor de los casos— no sabía nada acerca del atentado a las Torres Gemelas. Y la diferencia es la información. Aunque manipulada, capciosa, fragmentada y muchas veces dibujada, la información abre grietas enormes en el sistema que, como agudamente señala N. Chomsky, está montado para adormecer el espíritu crí­tico de las capas ilustradas de la sociedad.

[…] La elite empresarial comprendió, ya a principios de siglo, que el creciente poder polí­tico de las masas constituí­a una amenaza, la mayor amenaza, para el poder empresarial y que por lo tanto, habí­a que hacer algo. Y como habí­an perdido la capacidad de hacerlo, necesitaban, según sus propias palabras, controlar la mente pública, que es la mayor amenaza para sus intereses corporativos. Y así­ fue como se creó una nueva industria, lo que llamamos la industria de las relaciones públicas, cuya misión consiste en controlar la mente pública. Luego, más tarde, Europa, Japón y sociedades más atrasadas adoptaron el procedimiento y cuentan ya con una cosa similar; pero el pionero fue Estados Unidos.[…] los medios y la televisión son los que presentan una imagen de la vida tal como habría que vivirla, según el punto de vista de los que mandan. Todos deberí­amos ser consumidores felices, y consumir lo más posible. Pero a nadie le interesa, claro, si tienes que luchar en el trabajo; tus problemas existenciales, eso queda para tí­ al final del programa. […] Otro aspecto es la distracción pura y simple de la chusma. Tenemos que quitárnosla de encima. Basta que consigamos que preste atención a otra cosa, no a los asuntos públicos que no son cosa suya. Por lo tanto hay que procurar que se distraiga con el deporte, la sexualidad, la violencia… con lo que sea. Cualquier cosa, siempre que no sea algo que los ayude a participar en el control de sus vidas, porque eso no está permitido en una democracia.

Está también el adoctrinamiento directo, es decir, ofrecer una imagen del mundo que se ajuste a la ideologí­a. Suele estar dirigido a los miembros de las clases cultas, a aquellos que han de tomar las decisiones que pueden influir algo; son los dirigentes, dirigentes empresariales, dirigentes culturales, dirigentes políticos, etc. Es muy conveniente que crean en lo que tienen que creer porque disponen de un cierto margen de maniobra. Así la propaganda principal y más esmerada, en un cierto sentido limitado, va dirigida a las clases cultas. (Noam Chomsky/ Política y cultura a fines del siglo XX. 1994 Editorial Ariel. Barcelona).

Cuanto más aumenta la explotación imperial, más y más recursos necesitan volcar en la transmisión de información modeladora. Pero el desarrollo de las tecnologí­as tiene una resultante subsidiaria en la disponibilidad de información y esto es cada vez más difí­cil de controlar. En consecuencia, se profundizan las grietas. Se pueden interceptar 10 mil millones de correos diarios, apelando a Echelon y a sistemas muchí­simo más desarrollados, pero todaví­a hay que desencriptar la data, leerla, clasificarla y descubrir a los conspiradores… y la tarea sigue siendo humanamente imposible en esa escala. Ya comentamos alguna vez en esta columna, acerca de cómo la creatividad popular boicotea —más con ingenio y creatividad que con tecnologí­a— este tipo de intentos ejecutados desde el poder, a propósito del Dí­a de Jam Echelon 2001.

Alimento y veneno

La disponibilidad de la información a partir de Internet y la consiguiente manipulación que permiten las TICs, constituyen  —en paí­ses como el nuestro, especialmente en las regiones el interior profundo—” una ruptura del orden tradicional en el plano de las carencias. Plantean con singular firmeza que —acaso por primera vez— la chusma a la que se refiere Chomsky, aquellos sectores empobrecidos económica y culturalmente, para quienes el sistema tiene destinada la maquinaria de la distracción y cada vez menos planes asistenciales, tiene la posibilidad de acceder a otras formas de comunicación interactiva, a otras tecnologí­as de aprendizaje, a otros modos de formación y de intercambio con iguales, como son las que permiten las TICs asociadas a la Red de redes.

Aquello que se genera como placebo en las metrópolis, destinado a envenenar y paralizar los intentos de participación ciudadana, el pensamiento propio, las demandas por la dignidad, por la justicia o por cualquiera de los valores que el sistema propugna pero no puede garantizar nada más que a sus sectores de privilegio, todavía tiene para nosotros un cierto poder nutritivo. Y no sólo por lo que aporta en concreto para contrarrestar las carencias de contenidos, sino porque puede abrir las puertas para mostrar a mucha gente, que hay otras posibilidades, que el uso inteligente de estas tecnologí­as puede ser puesto al servicio de otros intereses, que no sean exclusivamente los de los poderosos.

Pero este proceso tiene lí­mites muy fuertes en la cuestión económica. ¿Podemos hablarle de las ventajas de Internet y las TICs a alguien que nunca podrá tener una computadora en su casa? Aun cuando nuestro interlocutor tuviera alguna posibilidad de acceder a la infraestructura tecnológica, el costo de los servicios de conexión y de telefoní­a resultan muy elevados, en relación con el poder adquisitivo de un salario promedio.

Como primer paso necesitamos capacitar a nuestra gente para que incluya Internet y el manejo de las nuevas tecnologí­as en su imaginario, de la misma manera que tienen inclui­da la tecnologí­a del diagnóstico por imágenes, o la televisión satelital aun cuando no puedan acceder a realizarse un estudio de alta complejidad o contratar los servicios de directv. Al fin y al cabo, el hombre de la prehistoria dibujaba sus presas en la roca antes de salir a cazarlas.

Páginas sin libros. Libros sin bibliotecas

El conocimiento en Internet se nos aparece en forma caótica, aunque provenga de un buscador de directorios o de un motor de búsqueda. Muy pocas veces tiene estructura o está organizado por niveles o jerarquías. Es como si nos encontráramos con infinidad de hojas sueltas de diferentes libros, agrupados solamente por tí­tulos comunes o palabras claves. Materia pura. Información con potencialidad de ser convertida en conocimiento, pero todaví­a muy difí­cil de metabolizar. Por esta razón, consideramos que toda capacitación en esta dirección tiene que comenzar por abordar nuevos esquemas de relación con este formato particular que tiene el conocimiento cuando proviene de la web.

Otro de los aspectos claves que plantea esta nueva situación, es un cambio en los roles del maestro y del alumno. Las nuevas condiciones exigen más involucramiento y mayor flexibilidad. Necesitamos incluir en la capacitación aspectos relativos al liderazgo y al cambio de paradigmas en el pensamiento. Planteamos la aprehensión del conocimiento como la resultante de un hacer interactivo donde la búsqueda o la transmisión de contenidos aporta subsidiariamente saberes prácticos en el uso de una herramienta tecnológica. Y este fenómeno puede abrir en casacada otros canales de aprendizaje.

Internet sin computadoras.

En esta dirección hemos estado desarrollando cursos y seminarios presenciales destinados a promover el uso de Internet en nuestra zona, el Valle de Traslasierra, en el Interior profundo de la Provincia de Córdoba. El paso siguiente fue transcribirlos para que pudieran ser accedidos desde Internet. Porque no solamente se trata de las formulaciones teóricas, sino de ver cómo funcionan en la práctica.

La Tecnología se desarrolla mucho más rápido que la Cultura. Con este programa le proponemos reflexionar acerca de cómo está usando las tecnologí­as de que dispone, independientemente del nivel de equipamiento que tenga. No importa si sabe navegar o no. La cuestón es si se ha preguntado por qué navegar y cómo manejar la información que va apareciendo frente a sus ojos.

Durante este desarrollo vamos a tomar cuatro grandes temas que —solamente en apariencia— no tienen relación directa, y a partir de ellos iremos construyendo los pilares de nuestra propuesta.

Paradigmas
Todo es según el color del cristal con que se mira
Redes Comunitarias
Inclusión / Digital Divide (la brecha digital)
Aprendizaje
Modelo de apropiación del conocimiento
Pensamiento Tecnológico
Desagregar versus Generalizar

Si usted tiene algún nivel de sintoní­a con lo que aquí­ se postula, esperamos sus comentarios y poder aprender un poco más a partir de ellos.

© Daniel I. Krichman / Mina Clavero / Octubre 10 de 2002.- N del E: Los enlaces que documentaban originalmente las afirmaciones que aquí­ se hacen, han sido eliminados ya que se encontraban desactivados en el momento de transcribir esta entrada.