Soledades compartidas

Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes
A tus ojos oceánicos.
Allí se estira y arde en la más alta hoguera
Mi soledad que da vuelta los brazos como un náufrago
Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
Que olean como el mar a la orilla de un faro

El fenómeno de los que balconeaban las listas de discusión sin emitir palabra, parece haber alcanzado una fase superior al amparo de los formatos de la Web 2.0. El otro ahora no está representado por un mensaje que nos llega a la casilla desde una distribución de correo. Las redes sociales permiten bocetar un perfil bastante más rico que el que se adivina a partir de los rastros que deja la escritura en el ámbito de un grupo de discusión. Es posible armarnos un otro a partir de ver sus fotos, asomarnos a algunas de sus preferencias o escudriñar entre sus amistades. No es el otro, es alguien que hacemos a la medida de nuestra soledad, cuando asoma y da vuelta los brazos como un náufrago.

Es curiosa la cantidad de gente que uno encuentra en las redes sociales más disí­miles y (pareciera) que solamente están ahí­ para alimentar la ilusión comunitaria.

Es curiosa la relación inversa que parecen seguir las flechas del desarrollo en las herramientas sociales con la desvaloración del hábito de leer, reflexionar y escribir alrededor de alguna idea.

Demasiadas veces el compromiso de publicar convierte el post en una réplica en espejo de lo que se ha levantado de otro lado, aderezado por un apunte.

Sólo guardas tinieblas, hembra distante y mí­a,
De tu mirada emerge a veces la costa del espanto
Inclinado en las tardes echo mis tristes redes
A ese mar que sacude tus ojos oceánicos

Y la soledad oceánica de los que habitamos la web ¿no es también un poco de protección apelada por la via del anonimato? ¿No es acaso otra forma de opacidad?

Conectividad no es comunicación. Comunicación no es vecindad ni pertenencia. El anonimato en la blogósfera, el silencio balconero, son también unas maneras de estar, encontrarse a compartir soledades, sin poner nada en juego.

Recientemente alguien (de quien no recuerdo su nombre) rozó el tema a partir de los dichos de un novelista: Todos los grandes éxitos de Internet —e-mail, AOL chat, Facebook, Gawker, Second Life, YouTube, Daily Kos, World of Warcraft— tienen más o menos un componente adictivo: te enganchan porque son formas solitarias de ser social.

Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas
Que centellean como mi alma cuando te amo
Galopa la noche en su yegua sombrí­a
Desparramando espigas azules sobre el campo.

Pablo Neruda

¿De quá habla el poeta? ¿del amor o de la soledad? ¿o de la soledad del amor? Una extraña heteroglosia donde la ilusión de completarse en el otro parece que sólo puede hacerse cierta en soledad.

Fuente de la imagen: Flickr