Universidades: ¿dónde estamos?
Hace un año, a propósito de la creación de la Cartera de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y las desafortunadas declaraciones de aquel Lino Barañao, primer ocupante del flamante sillón ministerial, reflexionaba, en este mismo espacio, acerca de un tema que sigue faltando en la agenda educativa: el postulado de soberanía. ¿Para qué queremos educar en la Argentina? ¿Qué significa formar ciudadanía en la educación?
Y no solamente me parecieron desafortunadas las declaraciones oficiales de entonces, también lo fueron casi todas las respuestas que leí de la comunidad científica aludida. Me preguntaba en aquel post
cuál de las cosas le hará peor a un proyecto de Ciencia con Soberanía, si las desafortunadas declaraciones del personaje o la reacción de los cientistas aludidos, discutiendo sobre la pertinencia de la comparación de las ciencias blandas con la teología.
El programa de Andrés Oppenheimer que los domingos a la noche emite el canal América, dedicó su última emisión a una entrevista con Bill Gates. Allí se desplegó la visión que tiene el presidente de Microsoft de lo que debería ser la relación de las universidades con el mercado, la gratuidad o no de la educación universitaria y el rol del estado en todo este entramado de relaciones.
Más allá de que se pueda acordar o no con aquellos dichos (en definitiva se trata de concepciones ideológicas) lo cierto es que oficialmente se dice que estamos mejorando permanentemente en materia educativa en nuestro país. ¿Dónde estamos realmente, después de un año de tener dedicado un ministerio de nombre pomposo y eficacia discutible? Oppenheimer cerró su programa con un dato escalofriante:
En el ranking de las 100 mejores universidades del mundo que anualmente realiza el suplemento del Times, Higher Education, no hay ninguna universidad latinoamericana, a pesar de que Brasil y México están entre la 15 economías más grandes del mundo. Recién aparecen 3 entre las primeras 200 y todas ellas después del puesto 150: UNAM (150), Universidad de San Pablo (196) y la UBA (197).
¿Se puede declamar en las tribunas y en los medios la importancia del desarrollo regional, la necesidad de tener autonomía en las decisiones económicas y no tomar en serio la calidad de la educación? ¿O la globalización económica no tiene incidencia en la formación de los profesionales?…
La pregunta clave sigue sin tener respuesta: ¿Para qué proyecto de país estamos educando?